domingo, 25 de mayo de 2008

MAMA, MIRAME, SOY ACTOR


No es que estuviera mal pagado, pero uno se pregunta si realmente le merece la pena pasarse el día entero rodeado de niños hiperactivos para promocionar la nueva película de Indiana Jones, por mucho que la recompensa económica parezca en principio aceptable.
Con el paso de los años he ido desmitificando a mis profesores... incluyendo a los de teatro, claro.
Cuando eres más pequeño son como una especie de dioses, cuya palabra está escrita en piedra. Aún recuerdo un profesor de matemáticas que me dijo una vez que dos más dos no sumaban cuatro, sino que eran "cuatro y algunas décimas". No sé qué teoría matemática era esa, pero yo la defendí a capa y espada durante mucho tiempo hasta que decidí, como la mayoría de los que me rodeaban, que era una soberana chorrada.
Pues a lo que iba: que ya hace tiempo que sé que los profesores que tuve en mi época académica estaban medio locos, deprimidos, tenían cierta obsesión por el alcohol y algunos de ellos eran totalmente incapaces de relacionarse de forma normal /estoy generalizando, por supuesto).
Y en trabajos como éste de animador infantil te das cuenta de por qué. Los niños te dejan totalmente exhausto física y emocionalmente. No te hacen ni caso... ni a ti, ni a sus padres. Te acosan a preguntas, quieren constantemente ser tu centro de atención y no les importa que les amenazes, les grites o les apartes de un empujón. No te respetan para nada... y mucho menos si vas disfrazado como el personaje de una película.

No hay comentarios: